Ferguson antes del Manchester United

Alex-Ferguson

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Todo el mundo tiene un pasado y Alex Ferguson también tiene el suyo. El ahora técnico retirado siempre será recordado por su trayectoria en el Manchester United, pero antes de sentarse en el banquillo de los red devils, Fergie se ganó buena fama en su Escocia natal, llevando al Aberdeen hasta donde sus aficionados jamás habrían soñado.

Tras una más que decente carrera como delantero labrado en diversos equipos de Escocia, Ferguson debutó como entrenador en el East Stirlingshire, un modesto conjunto y cuyo trabajo le reportaba a Ferguson 40 libras a la semana. Era 1974 y desde el primer día, el escocés dio muestras de su carácter.

El Saint Mirren, un club más importante y que estaba en la Second Division (equivalente a la Segunda B española) se fijo en él rápidamente, y al año siguiente, en 1975, Ferguson ya estaba en su banquillo. Ahí permaneció hasta 1978 y comenzó a demostrar que su carrera como entrenador sería interesante. Con él, el Saint Mirren pasó de ser un equipo de tercera división a levantar el título de segunda, en la 76-77. En 1978 el club despidió a Ferguson (la única vez que el escocés ha sido despedido) y la relación entre ambas partes no acabó de forma demasiado amistosa.

Pero Ferguson no perdió el tiempo, y meses después, ese mismo año, firmaba con el Aberdeen. Era un club histórico escocés, pero que claramente estaba un escalón por debajo de Celtic y Rangers, los dos gigantes del fútbol escocés. De hecho, en toda su historia, el club sólo había levantado una Liga (en 1955). Pero de la mano de Ferguson, su historia cambió y no tardó mucho en hacerlo: en la temporada 1979-80, se segunda en el banquillo, el equipo se proclamó sorprendentemente campeón de Liga y era la primera vez, tras 15 años, que lo hacía un equipo que no era ni el Celtic ni el Glasgow. Según el propio ‘Fergie’, fue el punto de inflexión de su carrera, ya que ese triunfo sirvió para ganarse el respeto del mundo del fútbol en su país. Su etapa en Aberdeen no había hecho más que comenzar y gracias a su fuerte carácter, se ganó el apelativo de ‘Furious Fergie’, el equipo no se detuvo y siguió ampliando su palmarés. Así, en en la 1981-82 ganaron la Copa Escocesa.

En ese momento, clubes ingleses se interesaron por su situación pero Fergie decidió permanecer en Aberdeen: «No había cumplido ni la mitad de mis ambiciones», relató posteriormente. Y es que conquistar Escocia no era suficiente para él, que tenía la mirada puesta en Europa. Como campeones de la Copa, el Aberdeen jugó la Recopa en la temporada 82-83. Fue uno de los pocos equipos que tuvo que jugar la ronda preliminar, pero poco a poco fue eliminando equipos modestos hasta plantarse en cuartos de final ante el potente Bayern de Munich. En Alemania, el equipo mantuvo la portería a 0 y volvió a casa con un empate sin goles. En Escocia, en un frenético partido, lograron eliminar al gigante alemán al vencer por 3-2. Se plantaron en semifinales donde aplastaron al Waterscheir Thor de Bélgica. En la final esperaba otro gigante, el Real Madrid, favorito absoluto. Pero los chicos de Fergie dieron la gran campanada y se impusieron en la prórroga por 2-1. Fue el primer título europeo en la historia del club, un momento mágico que sus aficionados aún hoy recuerdan. Además, esa misma temporada, revalidaron el título de Copa. El Aberdeen, eterno equipo que vivía a la sombra de Celtic y Rangers, ya era un grande de sus país.

Ferguson-Recopa

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Y los títulos no hicieron más que aumentar. Al año siguiente, firmaron una sensacional actuación en liga y se impusieron al resto de equipos. Ferguson lograba su segunda liga, la tercera del club. Además lograron otro hito en Europa: como vigente campeón de la Recopa, se enfrentaron al Hamburgo (campeón de Europa) para disputarse la Supercopa de Europa. El equipo volvió a dar la sorpresa y se llevó la copa hacia Escocia. Fue el segundo y último título europeo para el Aberdeen, y posiblemente de toda su historia.

Ya con dos ligas en el bolsillo y habiendo conocido el triunfo más allá de Europa, el escocés permaneció en el banquillo del conjunto blanco y rojo. En la temporada 84-85 logró retener el título de Liga, por lo que durante dos temporada consecutivas el Aberdeen cantó el alirón. El final de Ferguson estaba cerca pero aún permaneció una temporada más, en la que no dejó de levantar un título, en este caso, la Copa Escocesa. Tras concluir esa campaña, en verano, de 1986, Ferguson dio por concluida su etapa en Aberdeen. Cuando él llegó, el equipo tenía en sus vitrinas una Liga y dos Copas. Tras su marcha, había que sumar tres ligas más, dos títulos europeos y otras cuatro Copas de Escocia. Desde su marcha, el Aberdeen no ha vuelto a ser importante en Europa y tampoco ha ganado ninguna liga más.

En verano de 1986 sabía que su destino era Inglaterra, ya que tenía encima de la mesa diversas propuestas. Antes sin embargo, y ante el fallecimiento repentino del seleccionador escocés, Jock Stein, cogió las riendas de la selección escocesa en el Mundial de México 86. Todo fue muy precipitado, y Escocia apenas pudo sumar un punto en la fase de grupos, despidiéndose rápido del torneo. Fue un breve capítulo, que fue la antesala a su llegada, en verano de 1986 a Manchester. A partir de ahí, la historia de Fergie es por todos conocida, pero antes, Alex Ferguson ya había demostrado sobradamente lo que podía hacer en el mundo del fútbol.

«Mi sento chiuso en un buco»

Agostino-Di-Bartolomei

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El 30 de mayo es una fecha negra para la Roma y para todos sus seguidores. Esa fecha, de 1984, la Roma perdió ‘su’ final de Copa de Europa ante el Liverpool en los penalties. Fue la famosa tanda en la que Grobelaar, portero del conjunto inglés, realizó bajo palos su estrambótico baile para despistar a los lanzadores rivales. Decimos que era la final de la Roma, ya que se jugó en su estadio y es, por el momento, la única vez que el conjunto capitalino ha jugado una final de Copa de Europa. La Roma, que había ganado el año anterior el segundo Scudetto de su historia con un juego ofensivo en el que destacaban jugadores como Conti, Di Agostino, Pruzzo o el gran Falcao, se plantó por sorpresa en la gran final y tras un intenso e igualado partido (1-1), sólo hincó la rodilla desde los fatídicos lanzamientos desde los 11 metros.

El capitán de ese conjunto era Agostino Di Bartolomei, aunténtico ídolo de la grada y el primer capitán romano en la historia del club. Era un hincha más disfrazado de jugador y, más que un jugador, un capitán. Diba, como era conocido, era la gran autoridad del vestuario e hincha giallorosso por los cuatro costados. Futbolísticamente, era un centrocampista organizador, elegante, algo lento, pero inteligente y de gran golpeo de balón. Era el capitán pero curiosamente era extremadamente introvertido. Prácticamente hablaba en susurros pero cuando abría la boca se hacía el silencio. Su compromiso era tal que no dudaba en enfrentarse a la directiva para defender a sus compañeros, y estos hacían caso a todo lo que él decía. Incluso, si hubiera pedido de no jugar un partido, el resto de compañeros no habrían saltado al terreno de juego convencidos de que es lo que tocaba. Debido a este carácter, fueron habituales los roces con la directiva.

La derrota en la Copa de Europa ante el Liverpool fue un mazazo para Agostino que vio como se desvanecía su gran sueño. Ese mismo verano, y tras más de 300 partidos y nueve temporadas defendindo la preciosa camiseta romanista, abandonó el club, apartado por el nuevo entrenador, Sven Goran Eriksson que no contaba con él, y enfrentado a la directiva. Tener que marchar de su amado equipo fue muy difícil de asimilar para él, aunque siempre creyó que, por su gran valía, volvería. Se marchó al Milán, de la mano de su último técnico en la Roma y gran valedor, Nils Liedholm, y la dichosa fortuna quiso que el primer partido de la nueva temporada fuera un Milán – Roma. Curiosamente, Diba marcó y no dudo en celebrarlo, algo que muchos aficionados romanos no entendieron. Fue una pequeña revancha del jugador, pensando más que nada en su anterior directiva. Tras tres años en el Milán, pasó también por Cesena y Salernitana, donde colgó la botas definitivamente, ya veterano y en Serie C.

Su intención era volver al club de sus amores, pero esa llamada tan esperada de la Roma nunca tuvo lugar. Apartado del mundo del fútbol, Agostino no supo canalizar bien su nueva vida y se sintió, posiblemente, marginado por la Roma. Ante esta situación que no se esperaba, puso en marcha el proyecto de fundar una escuela de fútbol para niños, pero la incomprensible burocracia italiana sólo hizo que ponerle problemas. Ante todo este panorama, la sensación de frustración caló hondo en Di Agostino, frustación que se convirtió en depresión.

Y llegó de nuevo un 30 de mayo, este de 1994, justo 10 años después de esa fatídica Copa de Europa perdida el Liverpol. Ese día, Diba no pudo más y se disparó al corazón con un revólver, poniendo fin a su vida. Para despedirse, Di Agostino dejó una nota en la que escribió «mi sento chiuso en un buco» (me siento encerrado en un hoyo), junto a tres fotografías, una de la familia, una de un santo y otra de los aficionados de la Roma de la Curva Sud. Fue su forma de despedirse de la vida y del club de sus amores.

Tassotti, la sensatez de un tipo duro

El técnico rossonero, Tassotti

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Mauro Tassotti fue un legendario defensa del Milán, integrante de la eterna defensa rossonera de los 80 y 90, compuesta por él mismo en el lateral derecho, con Baresi y Costacurta en el eje de la zaga y con Paolo Maldini en el lateral izquierdo. Por encima de todo era un jugador duro, como refleja su acción más recordada: el codazo que propició a Luis Enrique en cuartos de final de la Copa del Mundo de 1994, y que fracturó la nariz al asturiano.

Junto en esa Copa del Mundo, y ya con 32 años, Tassotti empezaba a ser un jugador importante para la Nazionale por primera vez. Antes nunca había entrado en los planes de la  selección azzurra, pero con Sachi en el banquillo, el milanista también era titular con su selección. Pero esa acción, que en su momento no fue sancionada como falta por el árbitro del partido, fue penalizada por la Fifa que actuó de oficio, imponiendo al defensa italiano una sanción de 7 partidos. Tras ello, el defensa ya no volvió a vestir la camiseta azul de la selección transalpina, y su carrera quedó para siempre marcada.

Pero no es justo tachar toda una carrera por una acción como esa, de la que el propio defensa se lamentó, como dice, al cabo de un minuto y de la que siempre ha renegado. Era un defensa de primer nivel, cerebral y listo, ya que sino no habría jugado 428 partidos con el Milán en 17 temporadas. Colgó las botas en el 97, y desde 2001 forma parte del staff técnico milanista, siendo segundo entrenador desde la llegada de Ancelotti al banquillo milanista. Tuvo su oportunidad de ser primer entrenador en 2010, pero demostró su honestidad y sensatez al renunciar. ¿El motivo? Era viudo y padre de una hija pequeña, por lo que renunció al sueño de todo milanista al saber que no dispondría de todo el tiempo necesario para ser el dueño de un banquillo como el rossonero. Lo dicho, un tipo duro pero también honesto.